
Entonces vino la Navidad. Era 24 de diciembre. Habría bebidas, comida, música, baile. A mí no me gustaban las fiestas. No sabía bailar y la gente me asustaba, especialmente la gente de las fiestas. Trataban de ser sexys y alegres e ingeniosos, y aunque creían que conseguian serlo, no era así. Llegaban a ser todo lo contrario. Sus intentos forzados sólo conseguían empeorarlo.
Aunque hay partes en las que estoy bastante de acuerdo, yo no voy a ser tan aguafiestas como Henry Chinaski y os deseo a todos que paseis unas felices fiestas.
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